CAPITULO 11
Alex comenzó a bajar las escaleras, sus palabras me
entristecieron.
-¿Qué tal has dormido?- me susurro besando mi frente con sus
cálidos labios.
-Bien, supongo… Escuchad, siento haberos metido en este
jaleo, solo quería ser algo más feliz, y lo único que he provocado, es que
sufráis a mi lado todas mis desgracias.
Todos dejaron aquello que hacía y se acercaron.
-Ana, eres nuestra amiga, te queremos con todo lo que
conlleve tu amistad. Antes, nuestra vida era simple, aburrida, y ahora contigo,
no hay momento así. Me da igual lo que pienses o digas, siempre, ¡Siempre!,
estaremos a tu lado por muchos problemas que vengan.- dijo dulcemente María
acariciando suavemente mi espalda.
Todos asintieron afirmando aquellas enternecedoras palabras.
De pronto, me sentí colmada de amor y cariño, y a partir de
aquel momento, no volví a sentirme sola.
Pasamos horas charlando y riendo, conociendo más a Mario y a
Edgar. Solo podía fijarme continuamente en como María y Olivia, poco a poco se
iban sintiendo más atraídas por los dos mejores amigos de Alex.
Alex, que estaba sentado a mi lado, agarró mi mano, y me
invitó a subir arriba.
-Ven, vamos a hablar a solas- dijo seguido de avisar a
nuestros amigos de que nos ausentaríamos.
Subimos despacio las escaleras, hasta llegar al ático.
Me senté en la cama frente a Alex y todo quedo en un vacío
silencio. Le miré fijamente y le abracé como si fuera la última caricia de mi
vida.
-… Gracias, eres… no se que hubiese pasado si no hubieras
estado conmigo en aquel momento- dije verdaderamente agradecida.
Alex no respondió, me miro y sus ojos se agrandaron, y
sujetándome delicadamente mi aún sensible rostro, me beso tan intensamente, que
mi corazón se lleno de agradables cosquillas y mis pulsaciones se
revolucionaron.
“Largo, aquel beso, me pierdo entre tus caricias, te quiero.
Tu amor, fruto de vitalidad en mi intensa vida, tranquilidad
en mis peores momentos.
Arde mi corazón, marcado con tu rostro a fuego intenso.
Las estrellas del oscuro cielo de esta noche explotan a la
vez. Miles de mariposas, con sus delicadas alas acarician nuestro cuerpo.
Esta noche soñare contigo, para que ocupes más tiempo de mi
vida, siento tu perfume en mi encandilado rostro.
Tus ojos, tu boca, tu cabello, siento que esta noche estallo
por dentro.”
Alex dejo caer mi cuerpo completamente sobre las suevas y
blancas sábanas.
Y se acercó tan despacio, que aquel momento parecía
transcurrir a cámara lenta.
Me perdí entre sus besos y el tiempo se detuvo durante ese
apasionado momento.
Perdí todo temor o miedo que quedaba en mi cuerpo en aquel
instante, olvide mi pasado, se esfumó mi futuro, y me enamoré del presente.
Sonreí naturalmente a aquel chico, del que sabía firmemente
que estaba enamorada.
Sus dedos parecían bailar sobre mi cabello y su pequeña
nariz acariciaba mis pequeños hoyuelos, que se descubrían con cada sonrisa.
Tomé una de sus manos cubrí suavemente las enrojecidas
heridas de sus nudillos.
Sentí una gran culpabilidad.
Le cubrí de besos, como muestra de mi perdón, mientras
cristalinas lágrimas caía acompañadas de mis pequeños sollozos.
Alex me separó de sus labios y me limpio con la manga de su
oscura chaqueta mis llorosos ojos.
-Ana, olvídalo, ya ha pasado y no va a volver a ocurrir, te
lo juro- dijo sin perder contacto con mi entristecedora mirada.
De refugié entre sus brazos, y permanecimos así un largo
rato.
-Bueno, hoy por la noche llegan mis padres, así que tengo
que recoger- dije levantando la cabeza mientras daba unos últimos suspiros.
-Vamos, te ayudo- dijo Alex mientras de un salto llegó a la
puerta para abrirla a mi paso.
Cuando llegamos a mi habitación, Olivia, María, Edgar, y
Mario, estaban viendo una película.
-¿Qué veis?- dije sentándome junto a Oli.
-Una peli de terror, venga sentaros y ¡Silencio!- dijo María
inquieta por la película.
Gire mi mirada y sonreí a Alex que se sentó primero y tras
traer palomitas yo, rodeada por su cuerpo.
-Ya recogeremos cuando acabe- susurre a Alex que me asintió
y seguidamente de dio un cariñoso beso.
Note unos pequeños golpes en mi pierna, era Olivia que con
la mirada me señalaba a Edgar y María, que estaban muy juntos y agarrados de la
mano.
Oli y yo soltamos unas pequeñas carcajadas con lo que María
respondió.
-Shhhhhhhh….-
Alex, Oli y yo, nos cubrimos la boca con la mano, intentando
retener la risa.
Al terminar la película, Alex me ayudó a recoger las muchas
bolsas que había sobre mi escritorio. Más tarde, subí a recoger el las luces
que colgaban del árbol del jardín, el ático, la habitación de Lucas,…
Y tras un duro trabajo de limpieza, acompañé a mis amigos a
la puerta para despedirnos.
Mario llamó a gritos a María y Edgar, que estaban en el
salón dándose continuos besos.
-Madre mía, que dos…- dijo Olivia.
Una vez todos en la entrada, me dieron muchos besos y
abrazos. Mario y Edgar, ya eran unos buenos amigos.
-Siempre que quieras llámanos para quedar o si necesitas
ayuda- dijeron amablemente.
-Gracias, igualmente- dije con una dulce sonrisa.
Todos ya estaban en la calle, cuando solo quedaba por
despedirme de Alex.
-Bueno, pues, nos vemos mañana ¿No?- me dijo tímidamente.
-Por supuesto- dije abalanzándome sobre sus labios.
Me decidí a cerrar la puerta cuando el pie de Alex, la interrumpió.
-¡Ana!-
-Dime-
-… Te quiero- me dijo abrazándome fuertemente.
- Yo también te quiero Alex- le dije firmemente.
Bueno lectores, esto ha sido todo por hoy. Espero que os
haya gustado.
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Un saludo enorme, os deseo una feliz semana y ¡nos vemos en el próximo capítulo!