jueves, 10 de julio de 2014

Imperfección, Capitulo 11



CAPITULO 11




Alex comenzó a bajar las escaleras, sus palabras me entristecieron.
-¿Qué tal has dormido?- me susurro besando mi frente con sus cálidos labios.
-Bien, supongo… Escuchad, siento haberos metido en este jaleo, solo quería ser algo más feliz, y lo único que he provocado, es que sufráis a mi lado todas mis desgracias.
Todos dejaron aquello que hacía y se acercaron.
-Ana, eres nuestra amiga, te queremos con todo lo que conlleve tu amistad. Antes, nuestra vida era simple, aburrida, y ahora contigo, no hay momento así. Me da igual lo que pienses o digas, siempre, ¡Siempre!, estaremos a tu lado por muchos problemas que vengan.- dijo dulcemente María acariciando suavemente mi espalda.
Todos asintieron afirmando aquellas enternecedoras palabras.
De pronto, me sentí colmada de amor y cariño, y a partir de aquel momento, no volví a sentirme sola.

Pasamos horas charlando y riendo, conociendo más a Mario y a Edgar. Solo podía fijarme continuamente en como María y Olivia, poco a poco se iban sintiendo más atraídas por los dos mejores amigos de Alex.
Alex, que estaba sentado a mi lado, agarró mi mano, y me invitó a subir arriba.
-Ven, vamos a hablar a solas- dijo seguido de avisar a nuestros amigos de que nos ausentaríamos.

Subimos despacio las escaleras, hasta llegar al ático.
Me senté en la cama frente a Alex y todo quedo en un vacío silencio. Le miré fijamente y le abracé como si fuera la última caricia de mi vida.
-… Gracias, eres… no se que hubiese pasado si no hubieras estado conmigo en aquel momento- dije verdaderamente agradecida.
Alex no respondió, me miro y sus ojos se agrandaron, y sujetándome delicadamente mi aún sensible rostro, me beso tan intensamente, que mi corazón se lleno de agradables cosquillas y mis pulsaciones se revolucionaron.
 
“Largo, aquel beso, me pierdo entre tus caricias, te quiero.
Tu amor, fruto de vitalidad en mi intensa vida, tranquilidad en mis peores momentos.
Arde mi corazón, marcado con tu rostro a fuego intenso.
Las estrellas del oscuro cielo de esta noche explotan a la vez. Miles de mariposas, con sus delicadas alas acarician nuestro cuerpo.
Esta noche soñare contigo, para que ocupes más tiempo de mi vida, siento tu perfume en mi encandilado rostro.
Tus ojos, tu boca, tu cabello, siento que esta noche estallo por dentro.”


Alex dejo caer mi cuerpo completamente sobre las suevas y blancas sábanas.
Y se acercó tan despacio, que aquel momento parecía transcurrir a cámara lenta.
Me perdí entre sus besos y el tiempo se detuvo durante ese apasionado momento.
Perdí todo temor o miedo que quedaba en mi cuerpo en aquel instante, olvide mi pasado, se esfumó mi futuro, y me enamoré del presente.
Sonreí naturalmente a aquel chico, del que sabía firmemente que estaba enamorada.
Sus dedos parecían bailar sobre mi cabello y su pequeña nariz acariciaba mis pequeños hoyuelos, que se descubrían con cada sonrisa.
Tomé una de sus manos cubrí suavemente las enrojecidas heridas de sus nudillos.
Sentí una gran culpabilidad.
Le cubrí de besos, como muestra de mi perdón, mientras cristalinas lágrimas caía acompañadas de mis pequeños sollozos.
Alex me separó de sus labios y me limpio con la manga de su oscura chaqueta mis llorosos ojos.
-Ana, olvídalo, ya ha pasado y no va a volver a ocurrir, te lo juro- dijo sin perder contacto con mi entristecedora mirada.
De refugié entre sus brazos, y permanecimos así un largo rato.

-Bueno, hoy por la noche llegan mis padres, así que tengo que recoger- dije levantando la cabeza mientras daba unos últimos suspiros.
-Vamos, te ayudo- dijo Alex mientras de un salto llegó a la puerta para abrirla a mi paso.

Cuando llegamos a mi habitación, Olivia, María, Edgar, y Mario, estaban viendo una película.
-¿Qué veis?- dije sentándome junto a Oli.
-Una peli de terror, venga sentaros y ¡Silencio!- dijo María inquieta por la película.
Gire mi mirada y sonreí a Alex que se sentó primero y tras traer palomitas yo, rodeada por su cuerpo.
-Ya recogeremos cuando acabe- susurre a Alex que me asintió y seguidamente de dio un cariñoso beso.
Note unos pequeños golpes en mi pierna, era Olivia que con la mirada me señalaba a Edgar y María, que estaban muy juntos y agarrados de la mano.
Oli y yo soltamos unas pequeñas carcajadas con lo que María respondió.
-Shhhhhhhh….-
Alex, Oli y yo, nos cubrimos la boca con la mano, intentando retener la risa.


Al terminar la película, Alex me ayudó a recoger las muchas bolsas que había sobre mi escritorio. Más tarde, subí a recoger el las luces que colgaban del árbol del jardín, el ático, la habitación de Lucas,…
Y tras un duro trabajo de limpieza, acompañé a mis amigos a la puerta para despedirnos.
Mario llamó a gritos a María y Edgar, que estaban en el salón dándose continuos besos.
-Madre mía, que dos…- dijo Olivia.

Una vez todos en la entrada, me dieron muchos besos y abrazos. Mario y Edgar, ya eran unos buenos amigos.
-Siempre que quieras llámanos para quedar o si necesitas ayuda- dijeron amablemente.
-Gracias, igualmente- dije con una dulce sonrisa.

Todos ya estaban en la calle, cuando solo quedaba por despedirme de Alex.
-Bueno, pues, nos vemos mañana ¿No?- me dijo tímidamente.
-Por supuesto- dije abalanzándome sobre sus labios.
Me decidí a cerrar la puerta cuando el pie de Alex, la interrumpió.
-¡Ana!-
-Dime-
-… Te quiero- me dijo abrazándome fuertemente.
- Yo también te quiero Alex- le dije firmemente.


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martes, 3 de junio de 2014

Imperfección, Capitulo 10

Capítulo 10

Los nervios se apoderaron de mi cuerpo, y la expresión de Jorge me hacía sentir cada vez más inquieta.
-No me vuelvas a tocar en tu maldita vida- pronuncié marcando cada una de las silabas que componía aquella resonante e imponente frase.
El rostro enfurecido de Jorge parecía al límite de un ataque de rabia.
Inesperadamente me asistió un golpe que me llevó a caer contra la puerta de la habitación.
Sentí mis vértebras quedar hechas diminutos trozos.
Mis lágrimas caían desoladamente y sentía ahogarme entre mis desesperados sollozos.
Jorge ayudó a incorporarme levantándome por el cuello.
Mi espalda dolorosa se retorcía sintiendo el dolor de millones de avispas acribillándola.
-Vaya, vaya, la dulce Anita se ha vuelto una rebelde…-
-Por favor, déjame, vete, olvídame, déjame vivir- dije intentando recuperar el oxígeno que me arrebataba la mano de Jorge intentando ahogarme.
Mis lágrimas caían intensas y cristalinas al ver la desoladora imagen de la escena reflejada en el espejo que colgaba de la pared. El morado de mi rostro se intensificaba a cada segundo que pasaba.
Parecía no ir a peor, pero comencé a notar la mano de Jorge recorrer cada centímetro de mi cuerpo mientras me miraba con su obsesiva mirada.
Sus pupilas dilatadas me aterrorizaban, y sus labios comenzaron a besar los míos.
Mi cuerpo intentaba escapar de entre sus manos acariciando bruscamente mi tembloroso cuerpo.
Lloraba descontroladamente acompañada de intensas arcadas. Sentía una gran repulsión, y un doloroso odio.
Mi vista comenzó a nublarse. Era el fin.
No quería que mi penosa vida acabara con aquel acosador sádico manoseándome desesperadamente.
El ruido desapareció. Solo era capaz de percibir el vacío.
Comencé a cerrar los ojos con la última imagen de Jorge.

Entonces un fuerte ruido retumbó por toda la estancia, una sombra distorsionada invistió brutalmente el cuerpo de Jorge, que cayó contra los cristales de las ventanas.
Sentí una gran liberación y recobre el sentido tras inhalar el oxígeno necesario.
La vista se fue despejando y volví a percibir cada unos de los sonidos.
María y Olivia se abalanzaron a abrazarme y alejarme de allí, miles de gritos y ruidos me aturdían continuamente.
Mi rostro hinchado parecía al borde de estallar.
Dirigí la mirada hacía las ventanas donde Alex estaba agarrando a Jorge y asistiéndole continuos puñetazos.
Mi vista comenzó a fallar, mis párpados caían mientras yo luchaba por mantenerme consciente.
Alex parecía a punto de matar a aquel repulsivo ser.
Mi cuerpo se tambaleaba en el suelo entre los brazos de mis histéricas amigas.
-Alex…- susurre acompañada de un último suspiro antes de caer.


Volví en sí. Ya no había ruidos, ni fuertes golpes, ni gritos. Solo un profundo silencio.
Incline mi cuello apoyado en una suave almohada. Y rápidamente solté un doloroso gemido, llevándome la mano al foco de aquel horroroso dolor.
Abría los ojos que parecían haber permanecido cerrados durante años.
Y un pequeño rayo de luz atravesó la persiana y se reflejó en mis sensibles pupilas. Inmediatamente aparte la mirada acompañada de otro duro calambre.
Puse atención a mí alrededor y comencé a oír débiles susurros imposibles de entender.
Dirigí la mano hacia mi cuello donde reposaba un trapo humedecido que me proporcionaba un frío aliviador.
Con mucho esfuerzo y empeño logré incorporarme, ha mi izquierda el reflejo del espejo descubrió las aterradoras marcas enrojecidas de mi cuello.
Pese a mi dolor, necesitaba salir, enterarme de todo lo sucedido tras mi caida.
Arrastrado los pies a mi paso, llegué a la puerta que abrí cuidadosamente.
Al otro extremo del pasillo Olivia y Edgar dirigieron la mirada hacía la puerta que me mantenía en pie.
-Ana, ¿Como te encuentras?- dijo María corriendo a ayudarme.
-Bien… ¿do…donde…está Alex?- dije preocupada.
Mario acudió también en mi ayuda.
-Esta arriba, durmiendo, se ha pasado toda la noche cuidándote y vigilando. Se ha dormido hace una hora, le he dicho que nosotros te cuidaríamos- dijo con una aliviadora expresión.
Tras sentarme en el sofá, y sentirme más observada de lo habitual. Edgar me ofreció zumo de naranja, a lo que acepté.
Un par de tragos fueron los suficientes para notar que mi garganta se encontraba mejor.
-No entiendo algo. Pensaba que tras lo de ayer, hoy apenas podría hablar- dije incrédula ante la situación de que podía tragar sin apenar dolor.
-Bueno, Alex fue a una farmacia de guardia, ya te digo, estuvo cuidando de tí toda la noche. Además, por otra parte gracias al que tipejo no debía de tener mucha fuerza, logramos llegar a tiempo- dijo Mario.
-… Quiero saber que ocurrió tras que me derrumbara inconsciente, pero no quiero más malos ratos-.
-Ana, no pienses en ello Alex, Mario y Edgar, echaron a Jorge a la calle. Así que, no te preocupes por que no volverá a molestarte.
Fue duro parar a Alex, si no te hubieras desmayado, igual no hubiera podido parar y…- dijo entristecida María.
-Dios mío, esto es todo por mi culpa yo… es que… Alex no debería estar a mi lado, no quiero que le pase nada… no podría vivir si le…-.
Pero, mis palabras se vieron interrumpidas por la voz de Alex.
-Yo no podría vivir, si no estuvieras en mi vida-.
Todo quedo repleto de un emotivo silencio.



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lunes, 14 de abril de 2014

Imperfección, Capítulo 9

Capitulo 9


Me sentí en una difícil encrucijada, había tanto que contar y a la vez tan malas experiencias que revivir.
En ese instante no me apetecía hablar, por lo que agache la cabeza y guardé silencio.
-… creo que hay mejores temas de los que hablar ¿No?- dije mirándole de reojo a sus ojos tan abiertos.
Alex elevó su mano hasta un mechón de pelo que colgaba despreocupadamente de un lateral de mi rostro y lo peinó tras mi oreja.
Mientras sentía como su mano subía, dejaba a su paso un rastro de rubor en mis pecosas mejillas. Mis pupilas se dilataron, y mis labios se enrojecieron como si hubieran sido teñidos por el rojo de las fresas primaverales.
Deje por un momento mi incomoda timidez. Miré fijamente sus ojos verdosos que reflejaban el blanco de las luces navideñas. Y de pronto, una perfecta sonrisa asomó entre sus carnosos labios.
Involuntariamente mis labios se elevaron contestando a los suyos.
Alex se movió por un momento rodeándome con sus fuertes piernas, y resguardándome junto a el.
Sus labios regalaron un cariñoso beso a mi frente. Y mi cabeza cayó en su pecho apoyándose cuidadosamente, lo que permitió que el abrazo se completara.
-No quiero que esto termine- dije mirando las estrellas que asomaban resplandecientes en el oscuro cielo.
Alex reclamó mi inspiradora mirada y pareció por un momento intentar besarme.
Mi cuerpo dio un espasmo asustado.
“Me gusta tanto, que me pierdo en su mirada, me ilusiono y me imagino en un mundo donde solo existamos él y yo. Es en la única persona que confío, pero… No quiero arrastrarlo a mi mundo de desgracias y problemas”. – Pensé rápidamente.
-Eeeh… un momento- dije apartando sus piernas para incorporarme.
Parecía bastante decepcionado, algo que me atravesó dolorosamente el corazón ya que no podía verlo sufrir.
Escogí un libro de la estantería donde mi madre guardaba sus manuales de autocontrol y las energías Zen.
-¿Qué es?- preguntó Alex intrigado.
-“El gran libro de los Chakras”- leí.
Parecía muy aburrido, no solo por su gran grosor e innumerables páginas, si no por que todo ello fuera dedicado exclusivamente a los puntos de energía de nuestro cuerpo.
Me senté de nuevo y lo abrí intentado diluir el incomodo momento.
Pero, para mi sorpresa en el interior de aquel pesado libro había una pequeña caja que abrí rápidamente tras mirar sorprendida a Alex.
-¡Que fuerte!- grité acompañado de una risa ajena.
En el interior de la caja había trece cigarros y una pequeña botella metálica similar a una cantimplora y un original mechero rojo.
Quizás lo guardaba allí mi madre, para sustituir sus clases de Yoga y relajación por divertidas juergas con todo tipo de materiales dañinos.
Encendí uno de los arrugados cigarros que aguardaba en el interior el libro.
El humo salía como el aliento de un bohemio en invierno, nublando mi clara imagen de aquel chico tan atractivo que miraba decepcionado.
Caí sobre sus piernas, y mi mirada en dirección al techo, sentía el olor de aquel cigarro incrustándose en mis dedos que lo sostenían.
Mi mente voló a mis sueños y mi respiración parecía ralentizarse.
Por un instante, abrí mi ojo izquierdo comprobando todo a mí alrededor.
Alex me arrebató el cigarro de mis manos y lo lanzó a través de la ventana precipitándose sobre la dura carretera.
Me incorporé molesta, pero al segundo reí. “Me era imposible guardarle rencor alguno”.
Esta vez,  yo lo secuestre entre mis pequeñas piernas, a pesar de que me supuso un esfuerzo.
Agarró curiosamente la botella metálica e intentó averiguar a través del olor que contenía.
Nunca supe si finalmente supo que contenía aquella pequeña cantimplora, pero recuerdo que unos segundos después de exhalar su fuerte olor, intentó llevarse un trago de aquel maloliente brebaje.
Inmediatamente le arrebaté la bebida de sus manos, no de forma arisca o desagradable si no como venganza del robo de mi cigarro.
De pronto, todo se convirtió en un apasionado juego.
Alex parecía a punto de regañarme, pero no le cedí ni apenas un segundo. Tras una malévola risa y me lancé precipitadamente sobre sus cálidos labios.
Sentí que mi organismo recobraba la energía y que mi corazón volvía a sus pulsaciones habituales.
Mi estómago quedó repleto de pequeñas mariposas que jugaban con dulces cosquillas.
Alex agarró mi rostro y lo acercó más aún.
Una pequeña música lenta sonaba desde la planta de abajo, lo que hizo que el momento fuera perfecto.
Nuestros labios se fundieron deseosos de que nuestro apasionado beso fuera interminable. Mis manos encendidas por el momento, agarraron cuidadosamente su pelo que parecía delicada seda.
Permanecimos de ese modo largos minutos, todos nuestros deseos se desahogaron en ese intenso encuentro.
-Me enamoras Ana- dijo con voz abierta y sincera.
Esas palabras enternecieron mi corazón, lo que provocó que deseara más perderme entre sus caricias y su dulce perfume.
Comenzaba a sentir la ausencia de la imperfección en ese instante, pero no tardo mucho en llegar.
Nuestra romántica escena fue interrumpida por unos escandalosos golpes en la puerta.
-¡ANA! Ven corre es muy importante- gritó María con tono preocupante.
Me levante de forma precipitada y pedí a Alex que permaneciera en aquella habitación.
Cerré de un fuerte golpe la puerta y baje apresuradamente las escaleras junto con María, mientras me argumentaba un breve resumen del problema:
-Ana, esto es delicado, pero Jorge está aquí. Ha venido para hablar contigo e inmediatamente lo he intentado echar pero ha insistido. A pesar de que me parece el ser más despreciable de este planeta, creo que la única forma de dejar este problema atrás, es enfrentándote a él-.
Miraba de forma aterrada a mi fuerte amiga. Mis sanadas heridas comenzaron a dolerme, y mi pulso volvió a acelerarse.
Pese a mi gran temor hacia Jorge, llegué a la conclusión de que el único modo de que me olvidara era enfrentándome a él. Y el mejor momento era aquel, ya que estaban todos y podrían protegerme en el peor de los casos.
Abrí la puerta mientras mi cuerpo me invitó a un potente escalofrío.
-Hola, Ana- dijo Jorge, como si fuera la primera vez en años que nos veíamos.
Mi mirada intentó desviarse hacía distintos lados ajenos al rostro de aquel despojo humano.
Pero me esforcé en centrarme para poder terminar lo antes posible.
Invité a Jorge a pasar hacía la habitación de mi hermano donde podríamos hablar claramente sin inconveniente alguno.
-¿Que quieres?- dije evitando mencionar su desagradable nombre que traía horribles recuerdos a mi mente.
Jorge comenzó a hablar, tras cerrar discretamente la puerta del cuarto. Inspeccionó con  su furtiva mirada la estancia varias veces y prosiguió hablando.
-Veo… que se ha curado bien todo- dijo acercando su mano hacía mi ausente herida.
Aparté bruscamente su mano de la trayectoria marcada de un fuerte golpe.
-¡No todo se ha curado!
¿Qué quieres, demonios?- dije comenzando a alterarme.

-Tranquilízate Anita, no entiendo por que te pones tan histérica- dijo apartando mi cabello de mi enfadado rostro junto con una repulsiva sonrisa-.


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domingo, 13 de abril de 2014

Imperfección, Capitulo 8

Capitulo 8

"Aquellos resonantes pasos se detuvieron en apenas escasos segundos de la puerta. 
María, yo y Olivia nos sentíamos aterradas a la vez que inseguras. El sudor corría a lo largo de nuestro pálido rostro.
El silencio reinó en el cuarto y los pequeños sonidos de los constantes latidos de nuestro acelerado corazón llegaban de forma vibrante a los oídos".
Me abalancé sobre el teléfono y marqué rápidamente.

-¿Diga?-
-¡Alex! Creo que hay alguien en casa... -
-¡¿Qué?! ¡Ana, ¿Estás bien? Ahora voy-
-...Si... si, pero por favor, ven rápido-

Y de ese modo, la llamada terminó.
Nos colocamos sentadas sobre la cama, lo más juntas posibles. El terror se había apoderado de nuestros temblorosos cuerpos.
-¡Oh, demonios!- Comentó bruscamente Olivia.
María y yo nos miramos sorprendidas.
-...Me... he dejado el móvil en el salón...- dijo asustada de nuestra posible reacción.
Parecía un objetivo difícil, pero era de vital importancia ya que el móvil de María tenía poca batería y el mío debía estar, libre por si Alex llamaba.
De una manera u otra, todas sabíamos que me tocaría a mí adentrarme en aquella peligrosa aventura y no puse en ningún momento algún inconveniente, ya que en realidad, no tenía nada que perder.
Oli me acompañó a la puerta, un detalle bien agradecido ya que iba a arriesgar mi vida por aquel móvil.
No sabía que me encontraría entre aquella silenciosa y profunda oscuridad. Parecía envolverme entre pesadillas y voces, voces que gritaba mi conciencia alertándome del peligro.
Di un ligero paso abandonando poco a poco mi habitación, que parecía tan segura. Una fría sensación ocupo cada remoto rincón de mi cuerpo.
Avancé seguida del ruido de la puerta cerrándose rápidamente tras mis pasos.
Sentía que el silencio me susurraba al oído.
Caminaba entre oscuridad y la fría sensación de la ausencia de protección.
Mis ojos estaban cegados del continuo color negro. No lograba encontrar nada, pero de un modo u otro conseguí llegar al pasillo que unía las estancias del Salón, cocina, entrada,… Con las solitarias habitaciones.
Me detuve por un instante visualizando todo a mí alrededor e intentado diferenciar los objetos que palpaba.

Por un momento, sentí que comenzaba a faltarme oxigeno.
Lentamente, anduve marcha atrás cegada por el miedo.
Me encontraba en una de mis terribles pesadillas, de las que me era imposible despertar.
Un ruido escandaloso sonó en el salón. Lo que hizo que mis piernas se detuvieran en seco y mis brazos estirados se quedaran en posición de defensa.
Cuando me dispuse a volver a la segura estancia donde se encontraban María y Olivia, una pequeña brisa, balanceó un libre mechón de mi castaño pelo.
Respiré profundamente.

De pronto, algo chocó contra mi estirada y paralizada espalda.
-¡AAHH!- grité con el tono más alto que mis cuerdas vocales me permitieron.
-¡Ana! ¡Eres tú! Tranquila, ya estoy aquí- Dijo aquella voz conocida mientras sostenía mi tembloroso cuerpo entre sus firmes brazos.
-¿Alex? Gracias a Dios que estas aquí- dije incorporándome para abrazarle fuertemente.
Permanecimos durante largos segundos allí, en medio de la oscuridad. Sentí como el ardor de mi estómago se calmo, como si se convirtiera en suave algodón de azúcar.
Alex acariciaba suavemente mi pelo, con movimientos tranquilizadores. Las pulsaciones de mi alterado corazón apaciguaron.
A lo lejos, bajo la puerta de mi habitación, se percibía los ligeros susurros de las voces de María y Olivia.
-Debemos ir, estarán preocupadas- dije apresurando la situación.
Por un momento desee catar aquellos labios que desprendían dulzura y sosiego.
Caminamos unidos por nuestras inseparables manos.
María nos recibió alegremente al par que preocupada.
-Mi… ¿Móvil?- dijo mirando a ambos lados de mis manos.
-No lo he encontrado, lo siento- dije agachado mi cabeza avergonzada.
De pronto, Alex introdujo su mano en el bolsillo, del que sacó el móvil de Olivia.
Todas nos lanzamos a darle un beso tras otro por toda la cara.
Alex rió contemplando su heroicidad. 
-Por cierto Ana, he llamado a dos amigos...-
Le miré extrañada, intentando descifrar que me quería decir con aquello y  a que se debía.
-… no podemos permitir que paséis una noche tan peligrosa solas- dijo con un tono burlón.
María y Oli intercambiaron instantáneamente miradas alteradas por sus descontroladas hormonas, acompañadas de una ligera risa.
-Pues… nada, que vengan y pues, cenamos y tal- dije comprometida a no defraudar a mis mejores amigas.
Todos elogiaron mi aprobación de la propuesta.
El timbre sonó varias veces seguidas, a lo que Alex fue a atender.
-¡Bueno, pues que empiece la fiesta!- Gritó Oli.
Suspire profundamente. Quedaba una larga noche por delante. Muy prometedora.
Un par de chicos entraron por la puerta acompañados de su mejor amigo.
-Chicas, estos son Mario y Edgar-
Los dos saludaron abiertamente, mientras que la timidez influyó en mis alocadas amigas.
Parecía que cada una ya había escogido a su acompañante.

Mario era de pelo moreno oscuros y peinado de un modo muy provocador, tenía unos ojos verdosos y seductores. Mostraba una sonrisa amplia y amigable. Y su voz era enternecedora y firme. Vestía con una negra sudadera de su grupo de Rock favorito donde resguardaba sus manos continuamente,  y unos pantalones vaqueros algo amplios con bastantes bolsillos en los laterales.
Edgar al contrario que Mario, era rubio con ojos grisáceos y brillantes. Su pelo ceniza, era algo largo y de aspecto despeinado similar al de un surfísta californiano.
Llevaba una camisa a cuadros roja y algo de negro, y unos pantalones negros muy favorecedores. Caminaba con una postura algo despreocupada a la vez que atractiva.

Ambos eran altos y parecía muy agradable.
Por sentido común, María había escogido a Edgar, ya que le encantaban los chicos con pelo rubio y altos.
Oli, prefería a Mario, ya que le encantaba el Rock y era algo despreocupada a la hora de vestir. Su preferencia era ir cómoda que femenina.
Al mismo tiempo se abalanzaron a presentarse, y casualmente no mostraron ningún interés por cualquier otro chico presente del que no se hubieran enamorado a primera vista.
Se alejaron al otro extremo del cuarto, por lo que Alex y yo decidimos marcharnos a un lugar más tranquilo del que pudiéramos disfrutar de nuestra mutua compañía.
Subimos al ático, donde mi madre realizaba sus ejercicios de relajación matutinos.
Estiré el brazo para encender unas luces que colgaban del árbol tan cercano a la ventana.
Unas pequeñas luces blancas navideñas eran lo único que nos iluminaba sentados en un pequeño sofá pegado a la ventana. Era muy relajante.
No oíamos ruido alguno por lo que Alex decidió romper el silencio con una pregunta crucial.
-¿Creo que tienes cosas importantes que contarme, no?- dijo apoyando lentamente su cabeza sobre su mano.


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jueves, 13 de marzo de 2014

Imperfección, Capitulo 7

Capítulo 7

Una traviesa sonrisa se formo en el rostro de Alex.
Lentamente se fue acercando a mi, tan lentamente...
Necesitaba acelerar el momento, pero si lo hacía, perdería el encanto.
Comencé a seguirlo, cada vez estaba más cerca de la gloria. Su perfume me empujaba hacia a él.
Nuestros labios estaban casi unidos, era cuestión de unos segundos.
-¡Alex!- gritó una voz masculina desde la otra calle.
Nuestras manos se separaron y los dos nos impulsamos hacia atrás asustados.
Me di la vuelta para poder ver quién nos había interrumpido.
Era David. En ese momento me sentí avergonzada, pero pareció no afectarle igual a Alex.
David se dispuso a acercarse, pero Alex se le adelanto.
Sentí que mis sueños quedaron resquebrajados; pero no resultó ser así.
Alex dió media vuelta y volvió hacia a mi, e inclinándose me besó de forma cariñosa la mejilla, algo cercano a mi boca.
Por último, ya a lo lejos me dedicó un giño como despedida.
Y cuando me quise dar cuenta, estaba allí, en medio del parque, embobada, con una pequeña sonrisa de enamorada y unas ganas terribles del beso que había quedado pendiente.
Ya no quedaba nada más que hacer, debía volver a casa.
Así que, me dirigí allí lo más rápido que pude. Solo quería llegar y hablar con él por teléfono.
El camino se hizo interminable.
Una vez en casa, entre velozmente en dirección a mi dormitorio.
De pronto, una gran mano me enganchó de la chaqueta y me llevó a rastras hasta el trastero de la limpieza.
Comencé a gritar y el miedo se propago por el cuerpo impidiéndome reaccionar ante la situación.
Una inmensa fuerza me golpeo contra las estantería de los productos y trapos.
Quedé encogida y con los ojos cerrados con toda la fuerza que pude sacar.
-¡Ana!- una voz comenzó a llamarme, por lo que empecé a abrir los ojos cuidadosamente.
¡E.. Era mi padre!
-¿Papa?- dije extrañada.
Tenía cara furiosa y parecía a punto de estallar en ese mismo instante.
-Mira, te advierto que ya puedes tener cuidado donde te metes, por que puedes acabar muy mal, ¿Entiendes niñata?- dijo susurrándome muy cerca, con ojos abiertos de par en par.
Estaba perpleja. Intenté decir una escusa, una explicación. Pero mi padre me interrumpió y muy cabreado agarró mi mandíbula donde estaba la herida. Sentía que no podía mantenerme consciente del dolor.
Comencé a gritar para que Madeline me pudiera oír, pero mi padre bruscamente agarró mi muñeca y con toda su fuerza la fue retorciendo lentamente.
Mis ojos parecían darse la vuelta.
-¡Y espero que no abras tu bocaza, ¿Entiendes? Por tu bien!-
Sentía que mi muñeca empezaba a descolocarse de su lugar habitual.
Mis lagrimas caían inevitablemente.
De pronto Madeline, entró en el cuartillo y preguntó sobresaltada que ocurría. Mi padre en un ataque de astucia, inventó una escusa con la que salir ileso de allí; pero a pesar que Madeline no le creyó nada, prefirió no empeorarlo.
Corrí a mi cuarto y volví a encerrarme. 
Pasados unos minutos mi muñeca estaba algo morada e hinchada.
Ya no podía sentirme segura ni siquiera en casa.
Mi móvil comenzó a sonar y fui rápidamente a cogerlo con la esperanza de que fuera Alex.
Y efectivamente, era él.
Descolgé rápido y muy feliz, como si nada hubiese ocurrido.
-Ana, ayer me quede con ganas de estar más tiempo contigo... ¿Qué te parece quedar esta noche?-
Me pareció un riesgo que merecía la pena correr, era una oferta demasiado atractiva.
Y sin dudarlo ni una sola vez acepte.
Establecimos el lugar y la hora.
Era perfecto.
Alguien comenzó a golpear mi puerta y más tarde a llamarme.
-¡Ana, abre, soy Oli! ¡Corre!-
Me dirigí a la puerta y abrí rápidamente, temiéndome lo peor.
-No te vas a creer lo que ha pasado...- dijo agotada de las prisas que se había tomado para llegar lo antes posible a mi casa.
No aguantaba más, necesitaba saber lo que había sucedido.
-¡Venga! Dime, ve al grano- le grité impaciente.
-Estábamos hace un rato María y yo en el parque a lado de la plaza, hablando y tal. Y de repente apareció la arpía de Rebeca. Las dos decidimos escondernos tras la cuesta de la bodega, donde se oía perfectamente que hablaba con la piojosa de Sara...-
Sara era la mejor amiga de Rebeca, otra pija más del club, donde las dos dedicaban en absoluto su vida a ser guapas, populares, ligar y hacerme la vida imposible.
Pedí de nuevo a Olivia que fuera al grano y no se andara con tanto rodeo.
-En resumen, que Rebeca le ha dicho a Sara que acaba de empezar con Jorge, tu ex- dijo fatigada.
Mi boca quedo entreabierta, y mis ojos como platos.
Tenía una horrible sensación en mi estomago que me advertía de lo que iba a suceder.
Tan peligrosa como una mezcla química, lo era la nueva pareja.
Me resultaba muy duro buscar los porqués a esta situación.
De pronto, Madeline nos interrumpió.
-Ana, ven un momento por favor, es importante- dijo algo seria.
En ese instante comencé a preocuparme... ¿Que ocurría?
Madi me llevo hasta el salón, donde se encontraba mi madre, mi padre y Lucas con su pequeño Hamster, "Punky".
Me sentía algo incomoda e inquieta.
La situación me parecía muy extraña. Por eso mi madre empezó por darme una explicación.
-Ana, tu padre, yo y Lucas, vamos a ir a Nueva York el fin de semana-
Lo más raro en ese momento, fue el hecho de que me avisaran de sus planes.
-Simplemente te lo decimos, por que nos vamos a llevar a Madeline con nosotros, para que cuide de Lucas- 
Mire rápidamente a Madeline con una expresión de agobio, e inmediatamente agacho la cabeza junto a los ojos.
-Por eso, solo queríamos decirte que más te vale portarte bien, porque como volvamos del viaje y algo esté roto o manchado o siquiera fuera de su sitio 2 milímetros, te piras de casa por la puerta grande- dijo con el rostro enfurecido. 
Tras el corto discurso de la explicación, todos se marcharon a preparar las maletas.
-Espera, Ana- dijo Madeline. -¿Estarás bien?
-Si... Supongo. Todo lo que se pueda estar sola en casa-.
Rápidamente se acercó a mi oído y comenzó a susurrarme:
-En el mismo instante en que nos vayamos, prepara tu cuarto e invita a tus amigas a quedarse, así te harán compañía. Volveremos el Domingo por la tarde, por lo que para entonces todo deberá estar recogido. Debajo de tu cama hay una caja de cartón, dentro encontrarás lo necesario para sobrevivir el fin de semana- dijo con una pequeña sonrisa.
-Pero... Madi... ¿Y la comida? ¿Y si no les dejan sus padres?- dije preocupada.
En ese instante mi madre pasó rápidamente por el pasillo, y paró a preguntar que sucedía.
-Nada señora Rosse, solo le explicaba como prepararse la cena- dijo Madeline inclinándose en modo de disculpa.
-¡Dejala! Ya es mayorcita para buscarse la vida sola-
-Como Usted lo prefiera, señora Rosse-
Mi madre siguió su camino y Madi me dijo rápidamente:
-No te preocupes, ya hablo yo con sus padres que ya me conocen de sobra. Y te he dejado comida de sobra en el frigorífico-
Me sentí aliviada y le agradecí el detalle a Madeline.
Por último me beso la frente y continuo con sus planes.

Corrí a mi cuarto a contárselo a María y a Oliva.
Parecieron alegrarse mucho, pero no podíamos con la curiosidad y optamos por la caja de "Supervivencia" que Madi nos dejó bajo mi cama.
María la abrió lentamente, para alargar el momento y comenzó a recitar su contenido.
-Haber que tenemos por aquí... Una par de pelis románticas y una de miedo, un par de bolsas de palomitas, una docena de refrescos de limón...-
Olivia y yo nos miramos a la cara y agarradas de la mano, nos dedicamos una sonrisa mutua.
- ... y ¡Dinero!-
Las dos nos abalanzamos preguntando cuanto había con los ojos muy abiertos.
-¡Hay trescientos!-
Las tres nos incorporamos y comenzamos a bailar cantando una alegre melodía.
De pronto, mi hermano interrumpió en mi cuarto, y rápidamente guardamos nuestros pequeños tesoros.
-¡Tu! Me ha dicho Madeline que te traiga tu estúpido móvil- me dijo lanzándomelo bruscamente.
Entre las tres logramos cogerlo a tiempo.
Oí como la puerta principal se cerraba, y en ese instante mi padre arrancó el coche.
-Al fin se van...- dije acompañada de un suspiro.
-Eh... Ana ... Tienes una llamada de ¡Alex!-
Todas comenzamos a gritar y rápidamente fui a llamarle.
Un tono, dos tonos, tres tonos,... Pero nada.
Me llevé una gran decepción. 
Pero eso no fue todo en aquel momento.
-... Un mensaje de Jorge-
Todas quedamos perplejas.
Y yo sobretodo aterrada.
Comencé a leer muy asustada.
"¿Crees que eso ha sido todo?"
Mis manos comenzaron a temblar, y mi piel a volverse pálida.
Olivia y María, parecían sentir mi dolor.

Todas quedamos en silencio, intentando asimilar lo ocurrido.
Mi herida comenzó a dolerme. Pero ya no era algo físico.
Era psicológico.

De nuevo, recibí otro mensaje.
"Lo pienses o no, en algún momento, te plantearas huir, o pensarás que no te encontraré, pero estás muy equivocada, porque te conozco y siempre sabré donde estas, Ana. 
Siempre".

Todas estábamos asustadas e inquietas.
Volvió a entrarme el miedo de nuevo al mundo, el exterior, a la humanidad.
De pronto, un fuerte estruendo sonó en el salón. Y unos pasos comenzaron a avanzar hacia mi cuarto. 
Tan lentas pisadas, que me atormentaban y me atemorizaban.
Pisada, tras pisada... Cada segundo más cerca.


Bueno lectores, esto ha sido todo por hoy. Espero que os haya gustado.
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Un saludo enorme, os deseo un feliz fin de semana y ¡nos vemos en el próximo capítulo!

lunes, 10 de marzo de 2014

Imperfección, Capitulo 6

Capitulo 6

Intenté retroceder, lentamente, sin echar la vista atrás. 
Pero algo me impidió seguir con mi misión de retirada.
-¿Quién esta ahí?- dijo mi padre soltando a su amante de sus brazos. 
Mi padre comenzó a avanzar, paso a paso, cada vez más cerca.
Mi herida ardía, pero no tenía tiempo para lamentarme, cada vez me quedaba menos tiempo para huir.
Me empecé a preparar: primero respire profundamente con los ojos cerrados para visualizar el plan, después mire hacia ambos lados buscando la salida correcta. Y por último me recogí el pelo sudoroso y empapado y lo guarde en la capucha de la sudadera de María. Termine de cubrirme la cabeza y comencé a desplazarme de forma cautelosa evitando un punto de vista en el que mi padre pudiera verme.
Pero aun me parecía imposible hacer una buena huida.
De pronto me vino una alocada idea a la cabeza, y me dispuse a palpar el suelo, en busca de un objeto que lanzar. 
Topé con un pequeña piedra redondeada enterrada entre tierra y hojas secas otoñales.
En dirección opuesta precipite la grisácea piedra entre unos oscuros arbustos. 
Mi padre de inmediato se dio la vuelta completamente y comenzó a localizar el ruido.
Esa era mi oportunidad. Me impulsé y corrí tan rápido como pude, sin mirar atrás ni detenerme pasara lo que pasara.
Cuando llegué a la puerta interrumpí mi carrera de un golpe seco, utilizando la puerta como freno.
Tenía una acelerada respiración y mi corazón parecía salirse de mi pecho.
El coche de Julia se marchó, lo que significaba que mi padre se dirigía a casa.
Entre precipitadamente, y bajé tan rápido como pude las escaleras, tropezando en el penúltimo escalón y cayendo sobre el mármol de la escalera frío y resbaladizo.
Mi herida parecía volver a sangrar.
Unas llaves sonaron abriendo la puerta de la entrada.
Mi estómago se hizo un nudo. Y con un último impulso me encerré en mi habitación.
Estaba asustada, por lo que me metí en la cama rápidamente y me cubrí por completo con las arrugadas sábanas.
Oía cada uno de los golpes de las pisadas de mi padre con sus enormes zapatos de cuero Italiano.
Temía lo peor. 
Mi padre se detuvo unos instantes, hubo un silencio que abarcó la casa entera. Solo se podía oír mis palpitaciones.
Sentía temor. Pero poco segundos después continuo caminando hasta su dormitorio.
Respiré profundamente.
Intente asimilar todo lo que me ocurrió a lo largo del día y cuanto más lo pensaba peor parecía.


Estuve varios días encerrada en mi cuarto, con el móvil apagado, sin querer saber nada del mundo.
Mi madre pasaba totalmente de cualquier problema que tuviera. Mi padre ¿Acaso sabía que existo?
Madeline intento que cediera a hablar con ella y contarle lo ocurrido, pero ni si quiera me digne a abrirle la puerta. Mi hermano llamo un par de veces preguntando por el mando de la tele, pero ni si quiera le respondí. 
Así sucedieron los días, dos, tres, cinco, siete, ... 
Tenía miedo de salir, más que miedo, pánico. No quiera descubrir más mentiras, no quería volver a ver un ser humano.
Me sentía desconectada y apagada.
Y la tarde del Viernes siguiente, mientras estaba envuelta entre sábanas, atrapada por la manta y cubierta por la almohada, con la luz apagada desde hacía una semana, algo muy peculiar pasó.
En un instante me pareció oír la voz de María y Olivia. Y en realidad así fue.
-Ana, soy María, ¿Estás bien?- dijo cariñosamente -Estoy con Oli, por favor ábrenos solo queremos estar a tu lado y ayudarte.
Sus palabras atravesaron las capas que me recubrían y me llegaron al corazón. 
Así que puse esfuerzo en levantarme y abrirles. Fue un largo trayecto hasta la puerta, hasta que con mis piernas flácidas y temblorosas conseguí avanzar.
Abrí el pestillo e inmediatamente me volví a recostar en la cama.
María se acerco y me acaricio el hombro, y me pidió por favor que le contara como me encontraba.
Por otra parte, Olivia me pidió disculpas, por no haber estado a mi lado cuando la necesitaba.
Tenía muchas cosas que contarle, pero llevaba tanto tiempo sin hablar, que me preguntaba si aún sabría hacerlo.
Comencé por girarme y mirarla a los ojos, las dos se horrorizaron al ver mi aspecto: con unas ojeras grandes y moradas, mi herida hinchada y rojiza, mi piel blanca y sin luz, mi labios morados y mis ojos caídos; mi pelo estaba despeinado y enmarañado; y tenía pequeños tics que me daban de vez en cuando en el cuello, como si fuera a caer una bomba sobre mi.
Necesitaba desahogarme y contarles lo ocurrido. Pero resultaba difícil de explicar desde un principio.
Pero finalmente, no resulto un problema, pues me ayudaron a empezar.
¿Qué paso con... Jorge?- sugirió como tema Olivia.
María le miro, regañandole por haberme preguntado tal barbaridad en mi estado.
-Estaba furioso, le había ignorado todo el tiempo cuando quiso ponerse en contacto conmigo y se frustró al parecer- 
María y Olivia me miraron alegrándose de oírme hablar.
Quisieron interrogarme más, pero les interrumpí. Necesitaba contar algo más a parte de el incidente pasado.
-Hay algo más, ... Mi madre... Esta embarazada- dije avergonzada.
Abrieron los ojos hasta punto en que parecían estallar, pero no esperé una respuesta, continué hasta el final.
-Pero el embarazo no es de mi padre- dije acariciándome la dolorosa herida.
-¿Pe... Pero como sabes que no es de tu padre?- pregunto incrédula Olivia.
-El hace unas semanas, decidí buscar alguna prueba para averiguar quien era la amante de mi padre, pero me encontré algo más peculiar.-
María y Olivia, me miraban asombradas esperando el final de la historia. Inconscientemente se cada vez estaban más cerca, como si necesitaran oír claramente lo que contaba.
-... y en unos de sus cajones... encontré unos papeles médicos, en los que se certificaba el pago de una operación de vasectomía de mi padre.-
Las dos se impulsaron hacia atrás expulsando una fuerte respiración de impresión.
Quisieron hacerme más preguntas al respecto. Pero no había terminado.
-Y ya he averiguado con quien engaña mi padre a mi madre...- di una pequeña pausa, respire y continué - Es Julia Zardaña- 
Las dos quedaron horrorizadas 
-Pero... ¿Esa no es la profesora de tu hermano?- dijeron a la vez.
Asentí perezosamente.
Hubo un silencio. Ya no había más, terminé de contar todo.
Pero Olivia no...
-Eh.. Ana... Yo y David... Lo hemos dejado-
Por un momento me alegré aunque, debo de reconocer que también me sentí mal por ser tan cruel.
Pero luego me caí en la cuenta de que ya no tendría oportunidad de ver a Alex. Y por muy poco sentimiento que tuviese hacia el, me caía bien y me atraía.

Pasamos la mañana hablando, y Olivia se dio cuenta de mi estado de ánimo tras su noticia y ella sabía que no era por David.
Tras un larga charla se decidieron marchar, pero Oli dio media vuelta y me agarró la mano, la abrió cuidadosamente y dejo un pequeño papel enrollado en ella.
Me pregunte que sería y al abrirlo descubrí que había apuntado un número de teléfono.
Sentía miedo de llamar, pero pensaba que con las confianzas ella nunca me daría nada que me perjudicara, así que opte por llamar.
Comenzó a sonar, un tono, dos tonos, tres tonos, ...
-¿Diga?-
Me quede paralizada, era la voz de... ¡Alex!
-Hola Alex, soy Ana la amiga de Olivia, ya sabes... la ex de David-
Pareció alegrarse de verme, pero al parecer no estaba informado de la reciente ruptura de la pareja.
Tras un largo intercambio de noticias, me propuso quedar, un petición que acepte inmediatamente.
Me alegre muchísimo, y fui rápidamente a prepararme, me vestí con mis mejores ropas y me maquillé e intenté cubrirme la herida, pero sentía un dolor insoportable.

Mientras el llegaba, esperaba impaciente, mi pierna, hiperactiva, daba pequeños talonazos al suelo, unos seguidos de otros. Y estaba constantemente rizandome un mecho de pelo, girándolo una y otra vez alrededor de mi dedo índice. Sentía unos nervios que me impedían dejar de temblar, y sentir hormigas recorriendo mi cuerpo.
De pronto, unas manos calientes y suaves me cubrieron los ojos, mi corazón se aceleró pero procuré tranquilizarme.
Agarré las manos y las separé cuidadosamente de mi vista, y allí estaba, con su preciosa sonrisa que provocaba la mía. Sentí un vuelco a mi corazón, y desde ese momento no quise que acabara la tarde. Nunca.
Se sentó a mi lado y me acarició el hombro.
-Me alegro mucho de verte Ana, de verdad, tenía muchas ganas de quedar-
En ese momento desconecté totalmente y solo me centre en su mirada, en su boca, en él.
Mordí ligeramente mi labio inferior y mis pupilas se agradaron en un instante.
Alex me propuso dar un paseo e ir a comprar algo de comer.
Me pidió mi dinero y me pregunto que me apetecía comer, en ese momento desee decirle que a él, pero no teníamos aun esa confianza y no me atreví a estropear la tarde.
-No se la verdad...-
No hizo falta más, entro rápidamente en la tienda y salio con una bolsa de regalices y corazones.
Y nos decidimos sentar en el parque de una urbanización abierta.
Abrió la bolsa cuidadosamente y agarró un regaliz. 
-Toma- me dijo con una adorable sonrisa.
Mientras tomaba el regaliz de su mano sentí fuegos artificiales estallar en mi pecho y llenarme de alegría.
Durante todo ese tiempo olvide todas mis preocupaciones y mis problemas.
Estuvimos hablando durante horas, riendo y compartiendo golosinas; hasta que hubo un largo silencio, nuestras miradas se cruzaron y se quedaron fijas, mi corazón parecía estallar e ir a mil por minuto.
Alargó su brazo hasta mi rostros y acarició muy lentamente y con mucho cautela mi herida, en ese momento dejo de doler y sentí un agradable cosquilleo. 
Su perfume me atrapo en mis fantasías y sus labios me hipnotizaron.
-¿Qué te a ocurrido?- dijo con ternura y preocupación al mismo tiempo.
No quería interrumpir el buen camino que había tomado la tarde, así que opté por contarle otra versión.
-Tuve un accidente con la bici- dije con una sonrisa tontorrona.
Alex me dedicó una sonrisa, se acercó a escasos centímetros de mi rostro y me susurro al oído
-Ai, Anita, no me des estos sustos, no se qué haría si te ocurriera algo-
Mis respiración se hizo más fuerte, mi ojos se agrandaron y mis labios deseaban los suyos.
Su mirada se clavó en mi rojiza boca, que me mordía cada cierto tiempo; mis ojos se perdieron en la suya.
Lo necesito.


Bueno queridos lectores, esto es todo por hoy espero que os haya gustado, de verdad. 
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Por cierto, no puedo comprometerme a subir un cierto día capítulos porque no me gustaría dejaros esperando a subirlo y que finalmente no puedo, por tanto intentaré subir todos los capítulos que pueda por semana, claro está uno por día.
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Os deseo una buena semana y hasta el próximo capitulo!