domingo, 13 de abril de 2014

Imperfección, Capitulo 8

Capitulo 8

"Aquellos resonantes pasos se detuvieron en apenas escasos segundos de la puerta. 
María, yo y Olivia nos sentíamos aterradas a la vez que inseguras. El sudor corría a lo largo de nuestro pálido rostro.
El silencio reinó en el cuarto y los pequeños sonidos de los constantes latidos de nuestro acelerado corazón llegaban de forma vibrante a los oídos".
Me abalancé sobre el teléfono y marqué rápidamente.

-¿Diga?-
-¡Alex! Creo que hay alguien en casa... -
-¡¿Qué?! ¡Ana, ¿Estás bien? Ahora voy-
-...Si... si, pero por favor, ven rápido-

Y de ese modo, la llamada terminó.
Nos colocamos sentadas sobre la cama, lo más juntas posibles. El terror se había apoderado de nuestros temblorosos cuerpos.
-¡Oh, demonios!- Comentó bruscamente Olivia.
María y yo nos miramos sorprendidas.
-...Me... he dejado el móvil en el salón...- dijo asustada de nuestra posible reacción.
Parecía un objetivo difícil, pero era de vital importancia ya que el móvil de María tenía poca batería y el mío debía estar, libre por si Alex llamaba.
De una manera u otra, todas sabíamos que me tocaría a mí adentrarme en aquella peligrosa aventura y no puse en ningún momento algún inconveniente, ya que en realidad, no tenía nada que perder.
Oli me acompañó a la puerta, un detalle bien agradecido ya que iba a arriesgar mi vida por aquel móvil.
No sabía que me encontraría entre aquella silenciosa y profunda oscuridad. Parecía envolverme entre pesadillas y voces, voces que gritaba mi conciencia alertándome del peligro.
Di un ligero paso abandonando poco a poco mi habitación, que parecía tan segura. Una fría sensación ocupo cada remoto rincón de mi cuerpo.
Avancé seguida del ruido de la puerta cerrándose rápidamente tras mis pasos.
Sentía que el silencio me susurraba al oído.
Caminaba entre oscuridad y la fría sensación de la ausencia de protección.
Mis ojos estaban cegados del continuo color negro. No lograba encontrar nada, pero de un modo u otro conseguí llegar al pasillo que unía las estancias del Salón, cocina, entrada,… Con las solitarias habitaciones.
Me detuve por un instante visualizando todo a mí alrededor e intentado diferenciar los objetos que palpaba.

Por un momento, sentí que comenzaba a faltarme oxigeno.
Lentamente, anduve marcha atrás cegada por el miedo.
Me encontraba en una de mis terribles pesadillas, de las que me era imposible despertar.
Un ruido escandaloso sonó en el salón. Lo que hizo que mis piernas se detuvieran en seco y mis brazos estirados se quedaran en posición de defensa.
Cuando me dispuse a volver a la segura estancia donde se encontraban María y Olivia, una pequeña brisa, balanceó un libre mechón de mi castaño pelo.
Respiré profundamente.

De pronto, algo chocó contra mi estirada y paralizada espalda.
-¡AAHH!- grité con el tono más alto que mis cuerdas vocales me permitieron.
-¡Ana! ¡Eres tú! Tranquila, ya estoy aquí- Dijo aquella voz conocida mientras sostenía mi tembloroso cuerpo entre sus firmes brazos.
-¿Alex? Gracias a Dios que estas aquí- dije incorporándome para abrazarle fuertemente.
Permanecimos durante largos segundos allí, en medio de la oscuridad. Sentí como el ardor de mi estómago se calmo, como si se convirtiera en suave algodón de azúcar.
Alex acariciaba suavemente mi pelo, con movimientos tranquilizadores. Las pulsaciones de mi alterado corazón apaciguaron.
A lo lejos, bajo la puerta de mi habitación, se percibía los ligeros susurros de las voces de María y Olivia.
-Debemos ir, estarán preocupadas- dije apresurando la situación.
Por un momento desee catar aquellos labios que desprendían dulzura y sosiego.
Caminamos unidos por nuestras inseparables manos.
María nos recibió alegremente al par que preocupada.
-Mi… ¿Móvil?- dijo mirando a ambos lados de mis manos.
-No lo he encontrado, lo siento- dije agachado mi cabeza avergonzada.
De pronto, Alex introdujo su mano en el bolsillo, del que sacó el móvil de Olivia.
Todas nos lanzamos a darle un beso tras otro por toda la cara.
Alex rió contemplando su heroicidad. 
-Por cierto Ana, he llamado a dos amigos...-
Le miré extrañada, intentando descifrar que me quería decir con aquello y  a que se debía.
-… no podemos permitir que paséis una noche tan peligrosa solas- dijo con un tono burlón.
María y Oli intercambiaron instantáneamente miradas alteradas por sus descontroladas hormonas, acompañadas de una ligera risa.
-Pues… nada, que vengan y pues, cenamos y tal- dije comprometida a no defraudar a mis mejores amigas.
Todos elogiaron mi aprobación de la propuesta.
El timbre sonó varias veces seguidas, a lo que Alex fue a atender.
-¡Bueno, pues que empiece la fiesta!- Gritó Oli.
Suspire profundamente. Quedaba una larga noche por delante. Muy prometedora.
Un par de chicos entraron por la puerta acompañados de su mejor amigo.
-Chicas, estos son Mario y Edgar-
Los dos saludaron abiertamente, mientras que la timidez influyó en mis alocadas amigas.
Parecía que cada una ya había escogido a su acompañante.

Mario era de pelo moreno oscuros y peinado de un modo muy provocador, tenía unos ojos verdosos y seductores. Mostraba una sonrisa amplia y amigable. Y su voz era enternecedora y firme. Vestía con una negra sudadera de su grupo de Rock favorito donde resguardaba sus manos continuamente,  y unos pantalones vaqueros algo amplios con bastantes bolsillos en los laterales.
Edgar al contrario que Mario, era rubio con ojos grisáceos y brillantes. Su pelo ceniza, era algo largo y de aspecto despeinado similar al de un surfísta californiano.
Llevaba una camisa a cuadros roja y algo de negro, y unos pantalones negros muy favorecedores. Caminaba con una postura algo despreocupada a la vez que atractiva.

Ambos eran altos y parecía muy agradable.
Por sentido común, María había escogido a Edgar, ya que le encantaban los chicos con pelo rubio y altos.
Oli, prefería a Mario, ya que le encantaba el Rock y era algo despreocupada a la hora de vestir. Su preferencia era ir cómoda que femenina.
Al mismo tiempo se abalanzaron a presentarse, y casualmente no mostraron ningún interés por cualquier otro chico presente del que no se hubieran enamorado a primera vista.
Se alejaron al otro extremo del cuarto, por lo que Alex y yo decidimos marcharnos a un lugar más tranquilo del que pudiéramos disfrutar de nuestra mutua compañía.
Subimos al ático, donde mi madre realizaba sus ejercicios de relajación matutinos.
Estiré el brazo para encender unas luces que colgaban del árbol tan cercano a la ventana.
Unas pequeñas luces blancas navideñas eran lo único que nos iluminaba sentados en un pequeño sofá pegado a la ventana. Era muy relajante.
No oíamos ruido alguno por lo que Alex decidió romper el silencio con una pregunta crucial.
-¿Creo que tienes cosas importantes que contarme, no?- dijo apoyando lentamente su cabeza sobre su mano.


Bueno lectores, esto ha sido todo por hoy. Espero que os haya gustado.
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Un saludo enorme, os deseo una feliz semana y ¡nos vemos en el próximo capítulo!
¡Y ya sabeís, desde mañana hasta el Viernes, subiré capitulo todos los días!

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