Capitulo 8
"Aquellos resonantes pasos se detuvieron en apenas escasos segundos de la puerta.
María, yo y Olivia nos sentíamos aterradas a la vez que inseguras. El sudor corría a lo largo de nuestro pálido rostro.
El silencio reinó en el cuarto y los pequeños sonidos de los constantes latidos de nuestro acelerado corazón llegaban de forma vibrante a los oídos".
Me abalancé sobre el teléfono y marqué rápidamente.
-¿Diga?-
-¡Alex! Creo que hay alguien en casa... -
-¡¿Qué?! ¡Ana, ¿Estás bien? Ahora voy-
-...Si... si, pero por favor, ven rápido-
Y de ese modo, la llamada terminó.
Nos colocamos sentadas sobre la cama, lo más juntas
posibles. El terror se había apoderado de nuestros temblorosos cuerpos.
-¡Oh, demonios!- Comentó bruscamente Olivia.
María y yo nos miramos sorprendidas.
-...Me... he dejado el móvil en el salón...- dijo asustada
de nuestra posible reacción.
Parecía un objetivo difícil, pero era de vital importancia
ya que el móvil de María tenía poca batería y el mío debía estar, libre por si
Alex llamaba.
De una manera u otra, todas sabíamos que me tocaría a mí
adentrarme en aquella peligrosa aventura y no puse en ningún momento algún
inconveniente, ya que en realidad, no tenía nada que perder.
Oli me acompañó a la puerta, un detalle bien agradecido ya
que iba a arriesgar mi vida por aquel móvil.
No sabía que me encontraría entre aquella silenciosa y
profunda oscuridad. Parecía envolverme entre pesadillas y voces, voces que
gritaba mi conciencia alertándome del peligro.
Di un ligero paso abandonando poco a poco mi habitación, que
parecía tan segura. Una fría sensación ocupo cada remoto rincón de mi cuerpo.
Avancé seguida del ruido de la puerta cerrándose rápidamente
tras mis pasos.
Sentía que el silencio me susurraba al oído.
Caminaba entre oscuridad y la fría sensación de la ausencia
de protección.
Mis ojos estaban cegados del continuo color negro. No
lograba encontrar nada, pero de un modo u otro conseguí llegar al pasillo que
unía las estancias del Salón, cocina, entrada,… Con las solitarias habitaciones.
Me detuve por un instante visualizando todo a mí alrededor e
intentado diferenciar los objetos que palpaba.
Por un momento, sentí que comenzaba a faltarme oxigeno.
Lentamente, anduve marcha atrás cegada por el miedo.
Me encontraba en una de mis terribles pesadillas, de las que
me era imposible despertar.
Un ruido escandaloso sonó en el salón. Lo que hizo que mis
piernas se detuvieran en seco y mis brazos estirados se quedaran en posición de
defensa.
Cuando me dispuse a volver a la segura estancia donde se
encontraban María y Olivia, una pequeña brisa, balanceó un libre mechón de mi
castaño pelo.
Respiré profundamente.
De pronto, algo chocó contra mi estirada y paralizada
espalda.
-¡AAHH!- grité con el tono más alto que mis cuerdas vocales
me permitieron.
-¡Ana! ¡Eres tú! Tranquila, ya estoy aquí- Dijo aquella voz
conocida mientras sostenía mi tembloroso cuerpo entre sus firmes brazos.
-¿Alex? Gracias a Dios que estas aquí- dije incorporándome
para abrazarle fuertemente.
Permanecimos durante largos segundos allí, en medio de la
oscuridad. Sentí como el ardor de mi estómago se calmo, como si se convirtiera
en suave algodón de azúcar.
Alex acariciaba suavemente mi pelo, con movimientos
tranquilizadores. Las pulsaciones de mi alterado corazón apaciguaron.
A lo lejos, bajo la puerta de mi habitación, se percibía los
ligeros susurros de las voces de María y Olivia.
-Debemos ir, estarán preocupadas- dije apresurando la
situación.
Por un momento desee catar aquellos labios que desprendían
dulzura y sosiego.
Caminamos unidos por nuestras inseparables manos.
María nos recibió alegremente al par que preocupada.
-Mi… ¿Móvil?- dijo mirando a ambos lados de mis manos.
-No lo he encontrado, lo siento- dije agachado mi cabeza
avergonzada.
De pronto, Alex introdujo su mano en el bolsillo, del que
sacó el móvil de Olivia.
Todas nos lanzamos a darle un beso tras otro por toda la
cara.
Alex rió contemplando su heroicidad.
-Por cierto Ana, he llamado a dos amigos...-
Le miré extrañada, intentando descifrar que me quería decir con
aquello y a que se debía.
-… no podemos permitir que paséis una noche tan peligrosa
solas- dijo con un tono burlón.
María y Oli intercambiaron instantáneamente miradas
alteradas por sus descontroladas hormonas, acompañadas de una ligera risa.
-Pues… nada, que vengan y pues, cenamos y tal- dije
comprometida a no defraudar a mis mejores amigas.
Todos elogiaron mi aprobación de la propuesta.
El timbre sonó varias veces seguidas, a lo que Alex fue a
atender.
-¡Bueno, pues que empiece la fiesta!- Gritó Oli.
Suspire profundamente. Quedaba una larga noche por delante. Muy prometedora.
Suspire profundamente. Quedaba una larga noche por delante. Muy prometedora.
Un par de chicos entraron por la puerta acompañados de su
mejor amigo.
-Chicas, estos son Mario y Edgar-
Los dos saludaron abiertamente, mientras que la timidez
influyó en mis alocadas amigas.
Parecía que cada una ya había escogido a su acompañante.
Mario era de pelo moreno oscuros y peinado de un modo muy
provocador, tenía unos ojos verdosos y seductores. Mostraba una sonrisa amplia
y amigable. Y su voz era enternecedora y firme. Vestía con una negra sudadera
de su grupo de Rock favorito donde resguardaba sus manos continuamente, y unos pantalones vaqueros algo amplios con
bastantes bolsillos en los laterales.
Edgar al contrario que Mario, era rubio con ojos grisáceos y
brillantes. Su pelo ceniza, era algo largo y de aspecto despeinado similar al
de un surfísta californiano.
Llevaba una camisa a cuadros roja y algo de negro, y unos
pantalones negros muy favorecedores. Caminaba con una postura algo
despreocupada a la vez que atractiva.
Ambos eran altos y parecía muy agradable.
Por sentido común, María había escogido a Edgar, ya que le
encantaban los chicos con pelo rubio y altos.
Oli, prefería a Mario, ya que le encantaba el Rock y era
algo despreocupada a la hora de vestir. Su preferencia era ir cómoda que
femenina.
Al mismo tiempo se abalanzaron a presentarse, y casualmente
no mostraron ningún interés por cualquier otro chico presente del que no se
hubieran enamorado a primera vista.
Se alejaron al otro extremo del cuarto, por lo que Alex y yo
decidimos marcharnos a un lugar más tranquilo del que pudiéramos disfrutar de
nuestra mutua compañía.
Subimos al ático, donde mi madre realizaba sus ejercicios de
relajación matutinos.
Estiré el brazo para encender unas luces que colgaban del
árbol tan cercano a la ventana.
Unas pequeñas luces blancas navideñas eran lo único que nos
iluminaba sentados en un pequeño sofá pegado a la ventana. Era muy relajante.
No oíamos ruido alguno por lo que Alex decidió romper el
silencio con una pregunta crucial.
-¿Creo que tienes cosas importantes que contarme, no?- dijo
apoyando lentamente su cabeza sobre su mano.
Bueno lectores, esto ha sido todo por hoy. Espero que os
haya gustado.
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Un saludo enorme, os deseo una feliz semana y ¡nos vemos en el próximo capítulo!
¡Y ya sabeís, desde mañana hasta el Viernes, subiré capitulo todos los días!
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