Capitulo 9
Me sentí en una difícil encrucijada, había tanto que contar
y a la vez tan malas experiencias que revivir.
En ese instante no me apetecía hablar, por lo que agache la
cabeza y guardé silencio.
-… creo que hay mejores temas de los que hablar ¿No?- dije
mirándole de reojo a sus ojos tan abiertos.
Alex elevó su mano hasta un mechón de pelo que colgaba
despreocupadamente de un lateral de mi rostro y lo peinó tras mi oreja.
Mientras sentía como su mano subía, dejaba a su paso un
rastro de rubor en mis pecosas mejillas. Mis pupilas se dilataron, y mis labios
se enrojecieron como si hubieran sido teñidos por el rojo de las fresas
primaverales.
Deje por un momento mi incomoda timidez. Miré fijamente sus
ojos verdosos que reflejaban el blanco de las luces navideñas. Y de pronto, una
perfecta sonrisa asomó entre sus carnosos labios.
Involuntariamente mis labios se elevaron contestando a los
suyos.
Alex se movió por un momento rodeándome con sus fuertes
piernas, y resguardándome junto a el.
Sus labios regalaron un cariñoso beso a mi frente. Y mi
cabeza cayó en su pecho apoyándose cuidadosamente, lo que permitió que el
abrazo se completara.
-No quiero que esto termine- dije mirando las estrellas que
asomaban resplandecientes en el oscuro cielo.
Alex reclamó mi inspiradora mirada y pareció por un momento
intentar besarme.
Mi cuerpo dio un espasmo asustado.
“Me gusta tanto, que me pierdo en su mirada, me ilusiono y
me imagino en un mundo donde solo existamos él y yo. Es en la única persona que
confío, pero… No quiero arrastrarlo a mi mundo de desgracias y problemas”. –
Pensé rápidamente.
-Eeeh… un momento- dije apartando sus piernas para
incorporarme.
Parecía bastante decepcionado, algo que me atravesó
dolorosamente el corazón ya que no podía verlo sufrir.
Escogí un libro de la estantería donde mi madre guardaba sus
manuales de autocontrol y las energías Zen.
-¿Qué es?- preguntó Alex intrigado.
-“El gran libro de los Chakras”- leí.
Parecía muy aburrido, no solo por su gran grosor e
innumerables páginas, si no por que todo ello fuera dedicado exclusivamente a
los puntos de energía de nuestro cuerpo.
Me senté de nuevo y lo abrí intentado diluir el incomodo
momento.
Pero, para mi sorpresa en el interior de aquel pesado libro
había una pequeña caja que abrí rápidamente tras mirar sorprendida a Alex.
-¡Que fuerte!- grité acompañado de una risa ajena.
En el interior de la caja había trece cigarros y una pequeña
botella metálica similar a una cantimplora y un original mechero rojo.
Quizás lo guardaba allí mi madre, para sustituir sus clases
de Yoga y relajación por divertidas juergas con todo tipo de materiales
dañinos.
Encendí uno de los arrugados cigarros que aguardaba en el
interior el libro.
El humo salía como el aliento de un bohemio en invierno,
nublando mi clara imagen de aquel chico tan atractivo que miraba decepcionado.
Caí sobre sus piernas, y mi mirada en dirección al techo,
sentía el olor de aquel cigarro incrustándose en mis dedos que lo sostenían.
Mi mente voló a mis sueños y mi respiración parecía
ralentizarse.
Por un instante, abrí mi ojo izquierdo comprobando todo a mí
alrededor.
Alex me arrebató el cigarro de mis manos y lo lanzó a través
de la ventana precipitándose sobre la dura carretera.
Me incorporé molesta, pero al segundo reí. “Me era imposible
guardarle rencor alguno”.
Esta vez, yo lo
secuestre entre mis pequeñas piernas, a pesar de que me supuso un esfuerzo.
Agarró curiosamente la botella metálica e intentó averiguar
a través del olor que contenía.
Nunca supe si finalmente supo que contenía aquella pequeña
cantimplora, pero recuerdo que unos segundos después de exhalar su fuerte olor,
intentó llevarse un trago de aquel maloliente brebaje.
Inmediatamente le arrebaté la bebida de sus manos, no de
forma arisca o desagradable si no como venganza del robo de mi cigarro.
De pronto, todo se convirtió en un apasionado juego.
Alex parecía a punto de regañarme, pero no le cedí ni apenas
un segundo. Tras una malévola risa y me lancé precipitadamente sobre sus
cálidos labios.
Sentí que mi organismo recobraba la energía y que mi corazón
volvía a sus pulsaciones habituales.
Mi estómago quedó repleto de pequeñas mariposas que jugaban
con dulces cosquillas.
Alex agarró mi rostro y lo acercó más aún.
Una pequeña música lenta sonaba desde la planta de abajo, lo
que hizo que el momento fuera perfecto.
Nuestros labios se fundieron deseosos de que nuestro
apasionado beso fuera interminable. Mis manos encendidas por el momento,
agarraron cuidadosamente su pelo que parecía delicada seda.
Permanecimos de ese modo largos minutos, todos nuestros
deseos se desahogaron en ese intenso encuentro.
-Me enamoras Ana- dijo con voz abierta y sincera.
Esas palabras enternecieron mi corazón, lo que provocó que
deseara más perderme entre sus caricias y su dulce perfume.
Comenzaba a sentir la ausencia de la imperfección en ese
instante, pero no tardo mucho en llegar.
Nuestra romántica escena fue interrumpida por unos
escandalosos golpes en la puerta.
-¡ANA! Ven corre es muy importante- gritó María con tono
preocupante.
Me levante de forma precipitada y pedí a Alex que
permaneciera en aquella habitación.
Cerré de un fuerte golpe la puerta y baje apresuradamente
las escaleras junto con María, mientras me argumentaba un breve resumen del
problema:
-Ana, esto es delicado, pero Jorge está aquí. Ha venido para
hablar contigo e inmediatamente lo he intentado echar pero ha insistido. A
pesar de que me parece el ser más despreciable de este planeta, creo que la
única forma de dejar este problema atrás, es enfrentándote a él-.
Miraba de forma aterrada a mi fuerte amiga. Mis sanadas
heridas comenzaron a dolerme, y mi pulso volvió a acelerarse.
Pese a mi gran temor hacia Jorge, llegué a la conclusión de
que el único modo de que me olvidara era enfrentándome a él. Y el mejor momento
era aquel, ya que estaban todos y podrían protegerme en el peor de los casos.
Abrí la puerta mientras mi cuerpo me invitó a un potente
escalofrío.
-Hola, Ana- dijo Jorge, como si fuera la primera vez en años
que nos veíamos.
Mi mirada intentó desviarse hacía distintos lados ajenos al
rostro de aquel despojo humano.
Pero me esforcé en centrarme para poder terminar lo antes
posible.
Invité a Jorge a pasar hacía la habitación de mi hermano
donde podríamos hablar claramente sin inconveniente alguno.
-¿Que quieres?- dije evitando mencionar su desagradable
nombre que traía horribles recuerdos a mi mente.
Jorge comenzó a hablar, tras cerrar discretamente la puerta
del cuarto. Inspeccionó con su furtiva
mirada la estancia varias veces y prosiguió hablando.
-Veo… que se ha curado bien todo- dijo acercando su mano
hacía mi ausente herida.
Aparté bruscamente su mano de la trayectoria marcada de un
fuerte golpe.
-¡No todo se ha curado!
¿Qué quieres, demonios?- dije comenzando a alterarme.
-Tranquilízate Anita, no entiendo por que te pones tan
histérica- dijo apartando mi cabello de mi enfadado rostro junto con una repulsiva sonrisa-.
Bueno lectores, esto ha sido todo por hoy. Espero que os
haya gustado.
Podeís seguirme en:
Podeís seguirme en:
Seguidme, y enteraros de cualquier novedad sobre
Imperfección. Dad un me gusta a mi Página
de Facebook.
Un saludo enorme, os deseo una feliz semana y ¡nos vemos en el próximo capítulo!
¡Y ya sabeís, hasta el Viernes, subiré
capitulo todos los días!
No hay comentarios:
Publicar un comentario