martes, 3 de junio de 2014

Imperfección, Capitulo 10

Capítulo 10

Los nervios se apoderaron de mi cuerpo, y la expresión de Jorge me hacía sentir cada vez más inquieta.
-No me vuelvas a tocar en tu maldita vida- pronuncié marcando cada una de las silabas que componía aquella resonante e imponente frase.
El rostro enfurecido de Jorge parecía al límite de un ataque de rabia.
Inesperadamente me asistió un golpe que me llevó a caer contra la puerta de la habitación.
Sentí mis vértebras quedar hechas diminutos trozos.
Mis lágrimas caían desoladamente y sentía ahogarme entre mis desesperados sollozos.
Jorge ayudó a incorporarme levantándome por el cuello.
Mi espalda dolorosa se retorcía sintiendo el dolor de millones de avispas acribillándola.
-Vaya, vaya, la dulce Anita se ha vuelto una rebelde…-
-Por favor, déjame, vete, olvídame, déjame vivir- dije intentando recuperar el oxígeno que me arrebataba la mano de Jorge intentando ahogarme.
Mis lágrimas caían intensas y cristalinas al ver la desoladora imagen de la escena reflejada en el espejo que colgaba de la pared. El morado de mi rostro se intensificaba a cada segundo que pasaba.
Parecía no ir a peor, pero comencé a notar la mano de Jorge recorrer cada centímetro de mi cuerpo mientras me miraba con su obsesiva mirada.
Sus pupilas dilatadas me aterrorizaban, y sus labios comenzaron a besar los míos.
Mi cuerpo intentaba escapar de entre sus manos acariciando bruscamente mi tembloroso cuerpo.
Lloraba descontroladamente acompañada de intensas arcadas. Sentía una gran repulsión, y un doloroso odio.
Mi vista comenzó a nublarse. Era el fin.
No quería que mi penosa vida acabara con aquel acosador sádico manoseándome desesperadamente.
El ruido desapareció. Solo era capaz de percibir el vacío.
Comencé a cerrar los ojos con la última imagen de Jorge.

Entonces un fuerte ruido retumbó por toda la estancia, una sombra distorsionada invistió brutalmente el cuerpo de Jorge, que cayó contra los cristales de las ventanas.
Sentí una gran liberación y recobre el sentido tras inhalar el oxígeno necesario.
La vista se fue despejando y volví a percibir cada unos de los sonidos.
María y Olivia se abalanzaron a abrazarme y alejarme de allí, miles de gritos y ruidos me aturdían continuamente.
Mi rostro hinchado parecía al borde de estallar.
Dirigí la mirada hacía las ventanas donde Alex estaba agarrando a Jorge y asistiéndole continuos puñetazos.
Mi vista comenzó a fallar, mis párpados caían mientras yo luchaba por mantenerme consciente.
Alex parecía a punto de matar a aquel repulsivo ser.
Mi cuerpo se tambaleaba en el suelo entre los brazos de mis histéricas amigas.
-Alex…- susurre acompañada de un último suspiro antes de caer.


Volví en sí. Ya no había ruidos, ni fuertes golpes, ni gritos. Solo un profundo silencio.
Incline mi cuello apoyado en una suave almohada. Y rápidamente solté un doloroso gemido, llevándome la mano al foco de aquel horroroso dolor.
Abría los ojos que parecían haber permanecido cerrados durante años.
Y un pequeño rayo de luz atravesó la persiana y se reflejó en mis sensibles pupilas. Inmediatamente aparte la mirada acompañada de otro duro calambre.
Puse atención a mí alrededor y comencé a oír débiles susurros imposibles de entender.
Dirigí la mano hacia mi cuello donde reposaba un trapo humedecido que me proporcionaba un frío aliviador.
Con mucho esfuerzo y empeño logré incorporarme, ha mi izquierda el reflejo del espejo descubrió las aterradoras marcas enrojecidas de mi cuello.
Pese a mi dolor, necesitaba salir, enterarme de todo lo sucedido tras mi caida.
Arrastrado los pies a mi paso, llegué a la puerta que abrí cuidadosamente.
Al otro extremo del pasillo Olivia y Edgar dirigieron la mirada hacía la puerta que me mantenía en pie.
-Ana, ¿Como te encuentras?- dijo María corriendo a ayudarme.
-Bien… ¿do…donde…está Alex?- dije preocupada.
Mario acudió también en mi ayuda.
-Esta arriba, durmiendo, se ha pasado toda la noche cuidándote y vigilando. Se ha dormido hace una hora, le he dicho que nosotros te cuidaríamos- dijo con una aliviadora expresión.
Tras sentarme en el sofá, y sentirme más observada de lo habitual. Edgar me ofreció zumo de naranja, a lo que acepté.
Un par de tragos fueron los suficientes para notar que mi garganta se encontraba mejor.
-No entiendo algo. Pensaba que tras lo de ayer, hoy apenas podría hablar- dije incrédula ante la situación de que podía tragar sin apenar dolor.
-Bueno, Alex fue a una farmacia de guardia, ya te digo, estuvo cuidando de tí toda la noche. Además, por otra parte gracias al que tipejo no debía de tener mucha fuerza, logramos llegar a tiempo- dijo Mario.
-… Quiero saber que ocurrió tras que me derrumbara inconsciente, pero no quiero más malos ratos-.
-Ana, no pienses en ello Alex, Mario y Edgar, echaron a Jorge a la calle. Así que, no te preocupes por que no volverá a molestarte.
Fue duro parar a Alex, si no te hubieras desmayado, igual no hubiera podido parar y…- dijo entristecida María.
-Dios mío, esto es todo por mi culpa yo… es que… Alex no debería estar a mi lado, no quiero que le pase nada… no podría vivir si le…-.
Pero, mis palabras se vieron interrumpidas por la voz de Alex.
-Yo no podría vivir, si no estuvieras en mi vida-.
Todo quedo repleto de un emotivo silencio.



Bueno lectores, esto ha sido todo por hoy. Espero que os haya gustado. ♥
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Un saludo enorme, os deseo una feliz semana y ¡nos vemos en el próximo capítulo!

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