Capítulo 10
Los nervios se apoderaron de mi cuerpo, y la expresión de
Jorge me hacía sentir cada vez más inquieta.
-No me vuelvas a tocar en tu maldita vida- pronuncié
marcando cada una de las silabas que componía aquella resonante e imponente
frase.
El rostro enfurecido de Jorge parecía al límite de un ataque
de rabia.
Inesperadamente me asistió un golpe que me llevó a caer
contra la puerta de la habitación.
Sentí mis vértebras quedar hechas diminutos trozos.
Mis lágrimas caían desoladamente y sentía ahogarme entre mis
desesperados sollozos.
Jorge ayudó a incorporarme levantándome por el cuello.
Mi espalda dolorosa se retorcía sintiendo el dolor de
millones de avispas acribillándola.
-Vaya, vaya, la dulce Anita se ha vuelto una rebelde…-
-Por favor, déjame, vete, olvídame, déjame vivir- dije
intentando recuperar el oxígeno que me arrebataba la mano de Jorge intentando
ahogarme.
Mis lágrimas caían intensas y cristalinas al ver la
desoladora imagen de la escena reflejada en el espejo que colgaba de la pared.
El morado de mi rostro se intensificaba a cada segundo que pasaba.
Parecía no ir a peor, pero comencé a notar la mano de Jorge
recorrer cada centímetro de mi cuerpo mientras me miraba con su obsesiva
mirada.
Sus pupilas dilatadas me aterrorizaban, y sus labios
comenzaron a besar los míos.
Mi cuerpo intentaba escapar de entre sus manos acariciando
bruscamente mi tembloroso cuerpo.
Lloraba descontroladamente acompañada de intensas arcadas.
Sentía una gran repulsión, y un doloroso odio.
Mi vista comenzó a nublarse. Era el fin.
No quería que mi penosa vida acabara con aquel acosador
sádico manoseándome desesperadamente.
El ruido desapareció. Solo era capaz de percibir el vacío.
Comencé a cerrar los ojos con la última imagen de Jorge.
Entonces un fuerte ruido retumbó por toda la estancia, una
sombra distorsionada invistió brutalmente el cuerpo de Jorge, que cayó contra
los cristales de las ventanas.
Sentí una gran liberación y recobre el sentido tras inhalar
el oxígeno necesario.
La vista se fue despejando y volví a percibir cada unos de
los sonidos.
María y Olivia se abalanzaron a abrazarme y alejarme de
allí, miles de gritos y ruidos me aturdían continuamente.
Mi rostro hinchado parecía al borde de estallar.
Dirigí la mirada hacía las ventanas donde Alex estaba
agarrando a Jorge y asistiéndole continuos puñetazos.
Mi vista comenzó a fallar, mis párpados caían mientras yo
luchaba por mantenerme consciente.
Alex parecía a punto de matar a aquel repulsivo ser.
Mi cuerpo se tambaleaba en el suelo entre los brazos de mis
histéricas amigas.
-Alex…- susurre acompañada de un último suspiro antes de
caer.
Volví en sí. Ya no había ruidos, ni fuertes golpes, ni
gritos. Solo un profundo silencio.
Incline mi cuello apoyado en una suave almohada. Y
rápidamente solté un doloroso gemido, llevándome la mano al foco de aquel
horroroso dolor.
Abría los ojos que parecían haber permanecido cerrados
durante años.
Y un pequeño rayo de luz atravesó la persiana y se reflejó
en mis sensibles pupilas. Inmediatamente aparte la mirada acompañada de otro
duro calambre.
Puse atención a mí alrededor y comencé a oír débiles
susurros imposibles de entender.
Dirigí la mano hacia mi cuello donde reposaba un trapo
humedecido que me proporcionaba un frío aliviador.
Con mucho esfuerzo y empeño logré incorporarme, ha mi
izquierda el reflejo del espejo descubrió las aterradoras marcas enrojecidas de
mi cuello.
Pese a mi dolor, necesitaba salir, enterarme de todo lo
sucedido tras mi caida.
Arrastrado los pies a mi paso, llegué a la puerta que abrí
cuidadosamente.
Al otro extremo del pasillo Olivia y Edgar dirigieron la
mirada hacía la puerta que me mantenía en pie.
-Ana, ¿Como te encuentras?- dijo María corriendo a ayudarme.
-Bien… ¿do…donde…está Alex?- dije preocupada.
Mario acudió también en mi ayuda.
-Esta arriba, durmiendo, se ha pasado toda la noche
cuidándote y vigilando. Se ha dormido hace una hora, le he dicho que nosotros
te cuidaríamos- dijo con una aliviadora expresión.
Tras sentarme en el sofá, y sentirme más observada de lo
habitual. Edgar me ofreció zumo de naranja, a lo que acepté.
Un par de tragos fueron los suficientes para notar que mi
garganta se encontraba mejor.
-No entiendo algo. Pensaba que tras lo de ayer, hoy apenas
podría hablar- dije incrédula ante la situación de que podía tragar sin apenar
dolor.
-Bueno, Alex fue a una farmacia de guardia, ya te digo,
estuvo cuidando de tí toda la noche. Además, por otra parte gracias al que
tipejo no debía de tener mucha fuerza, logramos llegar a tiempo- dijo Mario.
-… Quiero saber que ocurrió tras que me derrumbara
inconsciente, pero no quiero más malos ratos-.
-Ana, no pienses en ello Alex, Mario y Edgar, echaron a
Jorge a la calle. Así que, no te preocupes por que no volverá a molestarte.
Fue duro parar a Alex, si no te hubieras desmayado, igual no
hubiera podido parar y…- dijo entristecida María.
-Dios mío, esto es todo por mi culpa yo… es que… Alex no
debería estar a mi lado, no quiero que le pase nada… no podría vivir si le…-.
Pero, mis palabras se vieron interrumpidas por la voz de
Alex.
-Yo no podría vivir, si no estuvieras en mi vida-.
Todo quedo repleto de un emotivo silencio.
Bueno lectores, esto ha sido todo por hoy. Espero que os
haya gustado. ♥
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Un saludo enorme, os deseo una feliz semana y ¡nos vemos en el próximo capítulo!
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